“Te voy a recomendar un optómetra que me ha parecido bueno y creo que tiene el perfil que estás buscando”, comentó mi colega Luis cuando le pregunté sobre nuestra necesidad de encontrar un profesional que se ajustara al perfil de la óptica. “Es buena gente, buen clínico, le gusta adaptar lentes de contacto, pero no es tan buen comercial”. Esa fue su respuesta cuando le conté que necesitábamos personal para una óptica con alta tecnología de diagnóstico ocular cuya diferencia es el servicio de salud.

“Es una buena persona, trabajó por varios años con una cadena de ópticas, cuando yo trabajé allí atendía bien a los clientes”, fue el comentario de una colega cuando planteé la misma necesidad.

Y algo similar me pasó con todas las recomendaciones que recibí. La mayoría fueron superficiales, generales, de manera natural no definían fácilmente el perfil de su recomendado y se concentraban en lo “buenas personas” que eran. Lo curioso es que a lo largo de mi vida empresarial he tenido muchas conversaciones de este tipo y hasta ahora no solo las había considerado normales, sino que con esas frases y el respaldo de quien lo decía, se abrían las puertas para iniciar un proceso de selección, incluso con más ventajas.

Sin embargo, hoy, después de leer el libro “Que Tu Nombre lo Diga Todo”, escrito por el optómetra centroamericano José Joaquín Díaz, concluyo que nada de normal tienen esas referencias y al contrario me permite ver lo desenfocados que estamos, y me incluyo allí, a la hora de pensar y planear aspectos fundamentales de nuestro prestigio laboral. El tema es muy importante y profundo, se trata del sello de nuestra labor y si las personas más allegadas a nosotros, compañeros de trabajo, a la hora de presentar nuestro nombre, para ayudarnos a aprovechar una oportunidad laboral, no tienen claras nuestras más importantes fortalezas, puedo aventurarme a decir que nosotros mismos, los recomendados, tampoco las tenemos definidas. Y eso se evidencia fácilmente durante el proceso de las entrevistas de trabajo. Qué difícil es para muchas personas responder de manera natural, concreta e inmediata a la pregunta ¿cuáles son sus fortalezas para este trabajo?

Coincido con el autor del libro, en medio de un mundo cada vez más competido, en el que la diferenciación es tan importante, incluyendo los servicios profesionales, resulta fundamental trabajar en nuestros gustos laborales, identificar habilidades y al mismo tiempo las oportunidades y de manera estratégica tener “absoluta claridad” de nuestro perfil profesional, ese mismo que con nuestra labor dejará un sello de alta calidad. Porque más allá de nuestros jefes o compañeros de trabajo, los verdaderos referentes de nuestra labor son nuestros pacientes o clientes, quienes son los que darán esa constancia de certificado de calidad con su referencia a otras personas.

Sin lugar a dudas, la marca más importante de la vida es nuestro nombre, esa marca en la que los usuarios depositarán su confianza, salud e inversión a través del tiempo, por eso el concepto de tratar el nombre como una marca es una necesidad. ¿Cuál es el sello personal de mi marca? Fue la pregunta que me hice en la medida que iba leyendo el libro. Y encontré con facilidad una infinidad de oportunidades que ofrece nuestra profesión, un clínico agudo, un asesor de imagen motivante a través de la estética del rostro, un práctico técnico que logra que los productos recomendados logren su objetivo o quizás por el tipo de actividad ser un excelente administrador, con habilidad en ventas, mercadeo y hasta diseño. No es una locura ¡es una gran oportunidad! poner todo nuestro ser en alguna de estas áreas y lograr ese reconocimiento de usuarios y compañeros de trabajo por el que tanto hemos trabajado. Sin lugar a dudas nuestro sello de calidad está en nuestro nombre, que tu nombre lo diga todo.

 

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