Andrés Solórzano Bernal F. O.D.
Docente Área Andina, Pereira
Editor Área Superficie Ocular

La enfermedad de ojo seco (E.O.S), es uno de los temas más socializados en las actividades que tienen que ver con actualización académica de profesionales de la salud visual y dentro de este contexto, la posibilidad de tratamientos se amplía cada vez más.

Hace poco, en una conferencia, debatíamos sobre la existencia del sustituto ideal para la E.O.S y, después de hacer un análisis de los aspectos fisiopatológicos y las manifestaciones clínicas de la enfermedad, llegamos a algunas conclusiones que quiero compartir con ustedes el día de hoy:

Como primer peldaño en este camino terapéutico es indispensable realizar, sin riesgo de discusión, todos los test lagrimales disponibles para lograr determinar el foco principal de la disfunción lagrimal, con el fin de buscar un medicamento que sustituya de mejor manera su labor fisiológica y esto necesariamente implica conocer los mecanismos de acción de cada lubricante que ofrecen los laboratorios farmacéuticos.

En segunda medida, una vez detectado el origen, se debe tener en cuenta que el ojo seco es una patología inflamatoria, por tanto, puede afectar tanto los epitelios conjuntivales como corneales y es por eso que se deben realizar las tinciones vitales (verde de lisamina y fluoresceína como mínimo), que permitan evidenciar la presencia o no de este daño y el nivel de gravedad de la enfermedad. Si ponemos un ejemplo, un defecto epitelial nos haría inclinar la balanza terapéutica hacia aquellos sustitutos que promuevan la mitosis celular y, por tanto, la reparación de tejidos. Adicional a lo anterior, se debe considerar también que en algún momento del tratamiento se debe incluir el uso de antinflamatorios como terapia complementaria.

 

Finalmente, se llegó a la conclusión que además de los aspectos clínicos anteriormente mencionados, realizar un perfilamiento del paciente acorde a su ocupación es esencial para la elección del medicamento y la dosificación, pues las condiciones ambientales a las que están expuestos son diversas y eso hace que cada caso sea muy particular, un paciente que mantiene todo el día en una oficina presenta requerimientos y riesgos diferentes a un paciente que trabaja como vendedor informal en la calle, por dar otro ejemplo.

Como ya estarán deduciendo ustedes, bajo los tres aspectos mencionados (aunque pueden ser más), pensar en un sustituto lagrimal ideal sería un mito si lo consideramos como la búsqueda de una terapia farmacológica única para todos los pacientes, pero sería una realidad si individualizamos la situación del paciente siguiendo todos los protocolos dados por los expertos en el tema. La pregunta sería ¿En nuestra práctica clínica frente a esta enfermedad somos parte del mito o de la realidad?

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